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Violencia de género, problema social

El Instituto Andaluz de la Mujer busca la implicación de familias y agentes socializadores como la televisión, la literatura o la publicidad para erradicar esta lacra.

02/08/2013
Manifestación contra la violencia de género. (Foto EFE)

Manifestación contra la violencia de género. (Foto EFE)

La violencia de género es un tipo de violencia física o psicológica ejercida contra la mujer por el hecho de serlo. Constituye la vulneración más extendida de los derechos humanos en el mundo y su raíz ha quedado establecida en la discriminación que sufren las mujeres respecto de los hombres. ¿Es consciente la ciudadanía de lo que esto significa? ¿es consciente de que el origen de dicha violencia de género está presente, de una manera sutil, en su rutina diaria, en sus conversaciones y decisiones? ¿se ha cuestionado en algún momento qué hace falta, además de la lucha institucional, para cambiar una realidad estructural?

Muchas familias se escandalizan cada vez que se produce un nuevo caso mortal de violencia de género. Pero... ¿saben realmente lo que es violencia de género? La violencia de género es la expresión más extrema de la desigualdad entre hombres y mujeres, una desigualdad estructural que pervive en todas las culturas y en todos los tiempos. Un problema social y de salud pública de extrema gravedad, que cada año se cobra en España más víctimas mortales que el terrorismo, y cuyas víctimas vivas (mujeres y menores a su cargo) sufren daños psicológicos y físicos de por vida.

España cuenta con una Ley Integral contra la Violencia de Género, aprobada en 2004, que contempla una protección y atención integral de la víctima. Andalucía se adelantó a ella, al aprobar en 1998 el primer Plan Andaluz contra la Violencia de Género, pionero en el país por su carácter integral, y que continuó en un segundo programa. En 2007 se sumó la ley andaluza de Medidas de Prevención y Protección Integral contra la Violencia de Género, que incluía un gran número de iniciativas nuevas.

La legislación vigente ha creado toda una red de protección para las víctimas, así como un sistema de detección y atención, que se activa en el momento en el que se presenta una denuncia.

Gracias a ello, la Junta cuenta hoy con servicios para la atención integral de las víctimas, que a lo largo de los años se ha perfeccionado y mejorado. Esa red abarca asesoramiento presencial (en los centros municipales y provinciales del Instituto Andaluz de la Mujer) y telefónico (en el teléfono de Información a la Mujer), programas de atención jurídica a víctimas y de asistencia psicológica (a mujeres víctimas, a menores a su cargo o a víctimas adolescentes) o el servicio de acogida y atención integral a víctimas (centros de emergencias, casas de acogida y pisos tutelados). A ellos se suman las ayudas económicas para la recuperación y autonomía de las mujeres víctimas y el programa para la mejora de su empleabilidad, creando así todo una tejido que busca la recuperación psicológica y social de uno de los colectivos más vulnerables.

La coeducación es clave para erradicar en el futuro prácticas violentas.

Junto a los programas de lucha contra la violencia de género, el IAM trabaja en todas sus actuaciones en el avance hacia la igualdad, convencido de que la equidad es la mejor herramienta de lucha. En este sentido, en materia preventiva destacan las campañas de sensibilización, así como los diferentes programas de coeducación (con ampas, profesorado y alumnado), en los que se forma a la comunidad educativa en la eliminación de los estereotipos y roles sexistas y en el fomento de relaciones afectivas igualitarias, respetuosas y sin violencia.

Con toda la cartera de recursos, la Junta de Andalucía ha hecho de la lucha contra la violencia de género uno de los grandes ejes vertebradores de su política. De hecho, pese a las dificultades económicas la Administración autonómica ha mantenido y reforzado toda la red de recursos para la atención a víctimas, con un aumento de la partida presupuestaria del 9%, y con nuevos programas adaptados a las necesidades detectadas, como el recién estrenado de Atención Psicológica a las Mujeres Menores de Edad Víctimas de Violencia de Género en Andalucía, un proyecto pionero en toda España que presta atención psicológica gratuita a víctimas de entre 14 y 18 años, en respuesta al aumento de la violencia de género en parejas jóvenes.

Asimismo, la Junta de Andalucía ha querido hacer más transversal y efectiva esa lucha, impulsando un nuevo Protocolo de Coordinación Institucional contra la violencia de género que implicará a nuevos sectores, como los agentes sociales (para que se actúe ante la menor sospecha desde el ámbito laboral) o el ámbito educativo (para la detección y actuación a través de los menores). Y en esa misma línea de colaboración ciudadana, el Gobierno andaluz ha firmado el Pacto Andaluz por la Igualdad de Género, un documento que ha sido elaborado con la máxima participación de la ciudadanía, y que en materia de violencia de género, propone, entre otros, la creación de una "ventanilla única" -que evite la victimización secundaria de las mujeres- y la apuesta por favorecer que los Juzgados de Violencia suspendan cautelarmente el régimen de visitas en los casos en que las víctimas se encuentren acogidas en el Servicio Integral de Atención y Acogida por motivos de seguridad.

Junto a ello, la Junta de Andalucía ha sido pionera al proponer al Gobierno central la creación a nivel nacional de una cartera común de servicios básicos que iguale las actuaciones en materia de violencia de género en todas las comunidades -ya sea en materia de prevención o protección-, con el objetivo último de evitar la existencia de "víctimas de primera o de segunda".

Son, por tanto, muchas las iniciativas que se han llevado a cabo, y que siguen avanzando. Y, sin embargo, pese a todo ese esfuerzo, la realidad es alarmante: siguen registrándose casos mortales y miles de denuncias por violencia de género.

Y lo más preocupante: crece la violencia de género en parejas jóvenes. Los centros de atención en materia de violencia de género coinciden en que cada vez son más jóvenes las chicas que acuden a pedir ayuda. Las causas judiciales por este motivo aumentan entre la juventud, según la Fiscalía de Menores. De las 15 víctimas mortales registradas en Andalucía en 2012, seis eran menores de 30 años (el 40% del total), y por primera vez apareció un caso de menos de 20 años.

¿Qué está ocurriendo?

Según el Instituto Andaluz de la Mujer, la incorporación de la coeducación, de la educación en igualdad, en el sistema educativo reglado, no se ha visto acompañado de un cambio de actitud por parte de otros agentes socializadores mucho más potentes: televisión, cine, moda textil, literatura, videojuegos, publicidad, medios de comunicación, internet...

Ejemplo de publicidad no sexista.

Todos estos agentes reproducen una y otra vez una cultura ancestral, que tiene totalmente interiorizada la desigualdad de género, la superioridad del hombre sobre la mujer. Una desigualdad que se manifiesta de manera casi imperceptible, desde el inicio de la vida, pero que requiere ser analizada de manera concienzuda. Así, cada vez que compramos a nuestros hijos coches de carreras y a nuestras hijas cocinitas y muñecos de bebés, ellos aprenden a competir y ellas a cuidar, roles que reproducirán en edades adultas.

Cada vez que regalamos juegos o juguetes violentos, contribuimos a que los menores interioricen la violencia como algo natural. Cada vez que vemos películas, escuchamos música o leemos libros sobre amores pasionales y eternos, éstos proyectan una imagen irreal sobre el amor que podemos llegar a interiorizar, lo que, añadido al falso mito de los celos, la subordinación y el sometimiento como sinónimos de amor, se convierte en un ingrediente clave para normalizar los primeros síntomas de violencia de género. Si, además, lo hacemos a edades adolescentes, el riesgo se multiplica.

Cada vez que escuchamos sin el menor espíritu crítico publicidad sexista, normalizamos la visión de la mujer como un objeto de deseo, con un modelo de belleza inalcanzable o con roles erróneamente interpretados como naturales. Cada vez que la juventud suplanta la educación afectivo-sexual por la información pornográfica, corre el riesgo de crearse expectativas inalcalzables o de desarrollar relaciones machistas en lugar de igualitarias.

¿La consecuencia? Según el estudio del Instituto Andaluz de la Mujer sobre 'Sexismo y violencia de género en la juventud andaluza e impacto de su exposición a menores', el 65% de los adolescentes andaluces de entre 14 y 16 años presentan actitudes o formas de pensar sexistas; el 60% está de acuerdo o muy de acuerdo con la legitimidad de la autoridad masculina en la pareja, y un 61,2% de los chicos y un 41,7% de las chicas cree que los celos son una prueba de amor.

No se trata, por tanto, de un fallo en los avances alcanzados en materia de legislación o recursos. Se trata más bien de la necesidad de una mayor implicación social: por parte de los medios de comunicación, tanto en la imagen de la mujer que transmiten en sus informaciones como en la publicidad; por parte de la industria cinematográfica, con un mayor compromiso social con la igualdad en sus producciones; por parte de la industria de best sellers; por parte del mundo de la música... Y, por supuesto, por parte de las familias, cuyo poder de elección es tan poderoso que en función del mismo el resto de agentes socializadores cambiaría. Para que ello ocurra, las familias deben empezar a pensar la importancia de su papel. La violencia de género no es un asunto doméstico, ni un asunto del vecino. No es un problema de celos, ni de drogas ni de antecedentes penales. Es un problema social, intrínseco a una cultura androcéntrica, cuyo contrario no es la cultura matriarcal ni la superioridad de la mujer sobre el hombre, sino simplemente la igualdad.