Información general
Bartolomé Ortega (entallador)
Roque Balduque y familia Ortega (esculturas)
Andrés Ramírez (policromía)
Antonio Rodríguez (policromía esculturas)
Jerónimo Hernández (marco del sagrario)
La información sobre esta intervención está extraída de los informes de ejecución
Datos históricos
El retablo del sagrario, ubicado en la cabecera de la nave del evangelio de la Iglesia de San Juan Bautista de Marchena, se compone de dos cuerpos divididos por pilastras en tres calles y rematados por guardapolvos y cresterías. El conjunto se alza sobre un zócalo de mármol.
En el primer cuerpo, las hornacinas de las calles laterales albergan las imágenes de San Ambrosio y San Agustín. La calle central es producto de una serie de añadidos y transformaciones. En ella se sitúan el sagrario, cuyas puertas son dos tablas de fines del siglo XV que representan la escena de la Anunciación, y un lienzo de la Inmaculada del siglo XVII. Ambos elementos ocultan una hornacina decorada con pinturas murales en los paramentos verticales y en la bóveda. Un marco adornado con cabezas de querubines y el Dios Padre delimita toda esta zona.
En el segundo cuerpo se dispone un relieve de la Sagrada Cena flanqueado por las esculturas de San Gregorio y San Jerónimo. A su altura, en las dos pilastras centrales se hallan las pequeñas imágenes de Santa Bárbara y Santa Catalina.
La arquitectura del retablo fue contratada por Bartolomé Ortega. Con él colaboraron diversos escultores y pintores. La policromía es obra de Andrés Ramírez. A Roque Balduque se deben la Última Cena, San Agustín, San Jerónimo, San Gregorio y las imágenes de las pilastras. San Ambrosio probablemente fuera realizado por la familia Ortega. Jerónimo Hernández es el autor del marco del sagrario. La policromía de las esculturas es del pintor Antonio Rodríguez.
El retablo poseía en el momento de comenzar la restauración un altar de fábrica que no era el original y que ocultaba la zona inferior del sagrario y las bases de las dos pilastras centrales.
Estado previo
En 1993 se realizó un proyecto de restauración para analizar el estado de conservación del retablo y proponer la intervención más adecuada para el mismo.
En la iglesia existía un elevado índice de humedad. A ello habían contribuido la acumulación de escombros por obras de reparación y la obstrucción del sistema de desagües, problemas que en el momento de la intervención estaban subsanados. Además en la parte trasera del retablo, debido especialmente a los desprendimientos de morteros del muro, se habían amontonado depósitos y polvo, que retenían grandes cantidades de humedad. Idéntico problema presentaba el altar de fábrica, construido a base de ladrillos y yeso y cuyo interior se encontraba relleno de tierra, fragmentos de cerámica y restos óseos.
Todas estas circunstancias habían propiciado un feroz ataque de xilófagos -hongos, termitas y carcoma- que afectó a la casi totalidad del retablo, sobre todo a los elementos de sustentación. A consecuencia de esto el conjunto presentaba una elevada inestabilidad estructural, disgregación de la madera, pérdida de adherencia entre las capas, disgregaciones y pérdidas de dorados y policromía, cuarteados y formación de lascas.
También se advertían elementos metálicos oxidados, gran cantidad de suciedad, repintes y restos de un tendido eléctrico y de alarma.
En la calle central del primer cuerpo se observaban una serie de alteraciones para adaptar las nuevas piezas: el sagrario aparecía mutilado; se habían colocado travesaños, clavos, cáncamos y alambres de forma indiscriminada; elementos decorativos habían desaparecido y el lienzo había sido colocado sobre un bastidor más pequeño.
Descripción de la intervención
La necesidad de desinsectar las piezas en profundidad, sanear el muro e introducir nuevos refuerzos estructurales y nuevos sistemas de apoyo hicieron necesario el desmontaje. Las zonas de dorado y policromía con peligro de desprendimiento recibieron una fijación puntual mediante engasado y adhesivo orgánico. Las piezas más delicadas se protegieron con espuma de poliuretano.
Una vez desmontado el retablo, se procedió a la retirada de escombros y al resanado del muro trasero. Las vigas de anclaje se eliminaron para reemplazarlas por otras nuevas realizadas en pino tea, previamente tratadas y ancladas con “cajines” de acero inoxidable sujetos al muro mediante tacos de expansión.
El altar de fábrica se demolió. En la zona que ocupaba se colocaron placas de mármol negro y rojo, en concordancia con el zócalo donde se apoya el retablo, y una solería de similares características a la de la capilla.
Se efectuaron las operaciones de limpieza y de desinsectación. Se eliminaron los elementos metálicos que perjudicaban a la obra y se consolidó la madera, gravemente dañada por los insectos xilófagos; los elementos en muy mal estado fueron reemplazados.
Se fijaron las capas de preparación, el dorado y la policromía. Las pérdidas de madera se repusieron únicamente donde era necesario por motivos estructurales o donde se rompía la armonía del conjunto; las faltas de policromía solo se reintegraron en los casos en que podían afectar a la lectura global del retablo.
Las pinturas murales y el lienzo también se restauraron. Limpieza, fijación de la policromía, consolidación del soporte, tratamiento del bastidor del lienzo, refuerzo de de bordes, reintegración y protección final fueron, en líneas generales, las operaciones efectuadas.
Por último se realizó el montaje del retablo, se aplicó en toda la superficie una capa protectora y se instaló un nuevo sistema de iluminación.
Ficha técnica y planimetría
Fotografías
