[LARPSICO] ¿Nuevo trastorno laboral psicosocial o exceso de psicologización social?: “sisifemia”

Andalucía, 11/09/2023
Dibujo muñeco moviendo piedra por pendiente

Hace unos meses el LARPSICO se hacía eco de los nuevos estudios científicos que hablaban de lo que parecía llamado a configurarse como un típico trastorno laboral de nuestro tiempo, caracterizada por ser una “sociedad del cansancio (pdf)”, especialmente con la intensificación de los objetivos de rendimiento y de productividad a través de la tecnologización digital: el “trastorno de sisefemia”. En esa información no solo se ofrecía una definición de él (cansancio mental de la persona trabajadora incansable, o el agotamiento del profesional sometido diariamente a una sobrecarga mental extrema, con estrés crónico y fatiga patológica), sino también incluía ciertos sistemas validados de medición (ej. Escala Bergen Work Addiction Scale, Universidad de Bergen Noruega).

Desde entonces, los medios de comunicación, especializados y generalistas, han ido incrementando su interés por la difusión del que ciertos profesionales consideran un nuevo trastorno laboral de carácter profesional, en línea con lo que entiende la OMS respecto del llamado “síndrome de burnout” (persona quemada profesionalmente). Si en nuestro tratamiento lo situábamos fundamental, que no exclusivamente, en el sector del trabajo autónomo, en los análisis más recientes se pone énfasis en que afectaría a la población laboral en general, también a la asalariada. En consecuencia, tanto personas que prestan servicios de forma autónoma como quienes lo hacen mediante contrato de trabajo conocerían cada vez más situaciones de agotamiento profesional a causa de un estado crónico de estrés que, por su continuidad e intensidad, desembocaría en la fatiga o cansancio mórbidos. Situaciones médicamente denominadas como una “dismorfia de productividad”, esto es, un sentimiento patológico de no ser suficientemente productivo, pese a que objetivamente realiza una actividad de alto rendimiento, percibiendo no ser nunca bastante por su compulsión para hacer siempre más, minando finalmente su confianza, autoestima, salud y bienestar, hasta derivar en la patología de agotamiento mental.

Entre las disfunciones de este “síndrome” o trastorno psicosocial está la notoria incapacidad de la persona (lo que resulta más prevalente en el trabajo autónomo) para desconectar del trabajo, no ya en el día a día (descanso diario y semanal), sino incluso en el vacacional anual. En consecuencia, y como efecto nocivo para la salud, se entra en un círculo vicioso: la falta de desconexión, prolongando la jornada, exige elementos de compensación que tienden a hallarse en estimulantes, como la cafeína, y/o ansiolíticos, así como otros trastornos, tales como los del sueño y/o alimentarios (se come más y se cae en riesgo de obesidad). De la autoexigencia (autoexplotación) derivada del alto nivel de responsabilidad y perfeccionismo, rasgo típico de este trastorno del entorno laboral que lo distinguiría de otros (como el síndrome de burnout) se pasaría, al prolongarse en el tiempo (estrés crónico), a cuadros morbosos psíquicos (angustia, cuadros depresión) y físicos (hipertensión, cuadros cardíacos, etc.).

En suma, muy lejos de establecerse una relación positiva, de felicidad, con el trabajo, se crearía otra tóxica, insana, haciéndose más presente en situaciones de teletrabajo, por la tendencia en estas formas laborales a la prolongación de las jornadas, sin registro horario y sin la debida desconexión digital. Esta relación de riesgo se deriva también de los datos resultantes en la campaña de la ITSS para las cuatro consultoras más relevantes (las llamadas Big Four: Deloitte, PwC, EY y KPMG). No sorprende, desde esta perspectiva, que sean cada vez más frecuentes los casos en los tribunales en los que se discute la relación entre los infartos sufridos y su consideración como contingencia profesional (accidente de trabajo), al margen de que se asuma judicialmente o no en todos los casos tal calificación.

Ahora bien, conviene llamar a la prudencia y no apresurarse a la hora de creer que, tras toda nueva denominación de una disfunción sociolaboral, también en virtud de ciertos rasgos de personalidad, que pueden generar situaciones de riesgos para su salud, se considere como un “nuevo trastorno laboral”, menos como una pretendida nueva “enfermedad profesional”. Del mismo modo que el burnout es un problema de salud ocupacional, pero no una enfermedad profesional, habiendo exigido para alcanzar esta comprensión un largo periodo de estudio e investigación, acopiando las debidas evidencias. Como se ha sostenido con razón

“El peligro de sobretiquetar puede provocar que se atribuyan problemas psicológicos a rasgos normales de la personalidad y ello lleve a una patologización innecesaria. Además, el nombre que se le haya puesto no va a definir absolutamente la complejidad de la dolencia de una persona concreta” (Noelia García Guirao).

Habrá, pues, que permanecer alerta y seguir investigando.

Información de autoría
Correo electrónico
Teléfono
955 049 078
Información adicional

Horario de atención telefónica: de 09:00 a 14:30 horas

Compartir en

Índice